Autor: César Orlando Ayala
Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente. Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los pueblos, y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes. Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. Los libraré de todas sus impurezas. Haré que tengan trigo en abundancia, y no permitiré que sufran hambre. Ezequiel 36:22–29
Si la Biblia dice que Dios no hace acepción de personas, y si en Juan 3:16 leemos que de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga la vida eterna, entonces tenemos invariablemente que admitir que Dios ama a todos por igual y que allí están incluidos los palestinos, los musulmanes, los hindúes, los orientales, los occidentales y por supuesto hasta nosotros. Las distinciones, limitaciones y las fronteras de alguna manera las hemos impuesto nosotros con nuestros prejuicios e intereses creados, pero la verdad central es que Dios ama a todos por igual; él ama al pecador aún cuando aborrece el pecado.
Dios declara a su pueblo que fue él mismo quien les dispersó por las naciones como consecuencia de la desobediencia y de sus malos procederes, “Profanaron mi santo Nombre” no hicieron ninguna distinción entre lo santo y lo profano, y no le dieron la gloria a Dios. Cualquier pueblo o nación que cae en este grave pecado y en vez de permitir que sea Dios quien gobierne, instalan ídolos paganos que van desde el sector político, económico y social, hasta el factor religioso; como consecuencia viene el juicio divino, lo cual puede reflejarse no solamente en el exilio, sino también en desgracias nacionales, como la explotación de otros pueblos, la corrupción gubernamental, la pobreza provocada, la eterna deuda externa, los vicios proliferados, la pereza que es la madre de todos los vicios, la proliferación de sectas y tantos otros males sociales que vistos desde la perspectiva divina, no son otra cosa mas que el producto de la idolatría.
Sin embargo como reza el refrán popular, Dios aprieta pero no ahorca, podemos ver que el plan redentor de Dios está enfocado hacia toda la humanidad, obviamente Dios se revela y se pronuncia a través de su pueblo, de su Palabra y magistralmente a través de Jesucristo. Pero el pueblo de Israel, llamados a ser, no los “sabios de Sión” ni los rectores de las naciones, sino misioneros a las naciones, (Salmo 67) no entendieron el plan de Dios, ni su llamamiento divino; por lo tanto los juicios del Señor no se hicieron esperar.
Insistentemente el plan de Dios ha sido siempre la restauración nacional de su pueblo, liberarles de cualquier cautiverio y opresión, renovarles radicalmente desde sus corazones y redimirles de toda forma de idolatría. Si analizamos cuidadosamente veremos que esto se logró en parte, pues hasta donde sabemos, Israel después del exilio no retornó más a sus prácticas idolátricas, pero moral y espiritualmente la idolatría continuó, pues hasta que no se conviertan literalmente a Jesucristo siempre estarán cautivos de su avaricia, orgullo, prejuicios y otros tantos problemas que son más serios que la amenaza de sus enemigos. Fue Martí quien dijo: “Yo sé de un pesar profundo, entre las penas sin nombre, la esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo” A esta esclavitud se refería Jesucristo cuando afirmó que él era el único que podía dar libertad y paz absoluta.
Cuando Dios les afirma que les dará un corazón nuevo, les está prometiendo un genuino avivamiento espiritual a nivel personal y nacional. “El desierto se convertirá en vergel” (Isaías )es una declaración que tiene que ver con la prosperidad y la abundancia en todo sentido. En las Escrituras el avivamiento espiritual se asocia con un resurgir de la vida, como cuando despunta la primavera con todo su verdor y fuerza, anunciando que el invierno ha pasado y el surgimiento de la vida ha llegado. La prosperidad de los pueblos y las naciones está íntimamente ligada a su relación con Dios, esta misma nación fue fundada por hombre y mujeres que con una gran devoción y fervor religioso se lanzaron a la ardua tarea de reclamar esta tierra como una nación para Dios, y ciertamente esta es la única nación en el mundo que comienza declarándose en su constitución como una nación bajo Dios, y por si eso no fuera suficiente también en su moneda de cambio se lee la expresión “ En Dios confiamos”. Otra evidencia, aunque a la fecha no tan convincente, es la incontable cantidad de iglesias de corte evangélico que se levantan a lo largo y ancho de la nación.
El plan de Dios no ha sido que una nación en particular se pronuncie como superior a las demás, sin embargo cuando la devoción y obediencia a las leyes de Dios han sido factores vitales en la formación de un pueblo, la bendición siempre ha estado garantizada. Nótese que en aquellos pueblos donde ha imperado la idolatría y la proliferación de sectas paganas, generalmente son pueblos subdesarrollados y con una larga trayectoria de desgracias generacionales.
Dios insiste que quiere ser para el pueblo de Israel su Dios exclusivo: “Me seréis por pueblo y yo seré a vosotros por Dios” le promete, aunque no se lo merecen, guardarles de todas sus inmundicias y bendecirles. Si atentamente ponemos atención a la letra del Hatikvah, el himno nacional del Estado de Israel, descubriremos no solamente una música impregnada de tristeza y melancolía milenaria, sino también en su letra reza la frase “nunca más” en la cual se expresa el ferviente deseo de no ser nunca más expatriados de su tierra, ni esclavos de nadie. Pero la verdadera paz, el shalom de Dios para su pueblo, será una realidad cuando Israel como nación vuelva su mirada no hacia el oriente sino hacia el cielo y digan: “Bendito el Rey que viene en el Nombre del Señor” “Alzaos vosotras, oh puertas, y entrará el Rey de la gloria”
Por ahora, como dice el Salmo 2, ¿Porqué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas?, precisamente porque viven hipotecados con sus ídolos paganos y no permiten que la salvación de Dios sea una realidad. Al presente aun esta nación cae es esa categoría. Una de las noticias que circuló por todos los noticieros hace un par de días fue la “gran novedad” de uno de cada tres norteamericanos es obeso, y que la mayoría de niños está sobre peso. Parece que esto alarma más que la gran abominación de abortar millones de niños año tras año. Nos escandaliza más un asesino en serie que solo ha matado a siete personas, que los miles de criaturas que son sacrificadas en aborto al dios Moloc de la conveniencia cada día.
Cristo sigue siendo la solución para los problemas y agonías de los pueblos, no está lejano el día glorioso en que las naciones vendrán y adorarán al Rey de reyes y Señor de señores. Al presente Dios continúa con su preciosa labor de continuar en Cristo la reconciliación del mundo. Sea usted parte del gran despertamiento espiritual que se avecina, ore y promueva la evangelización mundial, y crea que Dios hará grandes cosas a través de su Iglesia para bendición de las naciones.